Los aglomerantes derivados de la piedra caliza (materia prima del cemento) se conocen desde hace milenios. Los depósitos de caliza aparecieron en el planeta debido a cambios geológicos de procesos de combustión espontánea que provocaron reacciones químicas en depósitos calcáreos. Este cemento natural fue el que los hombres utilizaron en los primeros siglos de la civilización.
En la antigüedad, el hombre usó la cal como aglomerante en sus construcciones, recurriendo para ello a varios materiales y mezclas con el fin de mantener unidas las piedras y tejas usadas en las edificaciones.
Hacia el año 2.000 A.C. los egipcios usaron morteros de yeso y cal para construir la pirámide de Cheops; en el año 700 A.C., los griegos usaron morteros de cal como plataformas, ahí se subieron líderes como Demóstenes y Pericles para efectuar sus discursos; y en el año 100 A.C. los romanos dieron un gran paso al crear una piedra artificial, mezclando cal con puzolana (mineral volcánico encontrado en Puozzoli, Nápoles).
Con esto se formaba un material sólido capaz de resistir los efectos del oleaje y el agua de mar, dando así el primer paso en la creación del hormigón.